viernes, 22 de junio de 2012

martes, 19 de junio de 2012

miércoles, 13 de junio de 2012

La ciencia y las artes

por M. John Harrison

 Mona tenía algo menos de cuarenta años. Dos antes que nos conociéramos había pasado unos meses en un hospital psiquiátrico. Cuando se hizo evidente que el dolor constante del que se quejaba no era imaginario sino producto de una operación fallida, ya tenía la carrera arruinada y el sistema inmunológico quebrado. Era anoréxica, proclive a ataques de pánico y sufría depresiones.
Vivió un tiempo en Stoke Newington, donde tuvo una historia fugaz con un periodista, y después se traslado a Camden, donde hizo cursos de terapia del dolor. Se inscribió en el Slade. Nos presentaron un año más tarde y empezamos a vernos cada quince días más o menos. Ella estaba mal enredada con un escultor, un hombre dependiente y manipulador que andaba por los cincuenta. Yo estaba mal enredado con una mujer que se había pasado a la novela al cabo de una carrera en el teleteatro. Durante un tiempo los amigos comunes trataron de juntarnos pero fracasaron.
El apartamento de mona estaba en una callecita tranquila al norte de Camden High Street. Constaba de tres ambientes ( uno de los cuales ella usaba como estudio), cocina y cuarto de baño. La cocina era muy chica. Como no comía mucho, Mona vivía mayormente en la otra punta, en la habitación que daba a la calle. Allí tenía la computadora, unos estantes, un sofá, un televisor y, situada para poder ver la tele, la cama.
La cama era de plaza y media, con edredón y manchada colcha blanca. Había dos almohadas, una de vieja, muy amarillenta y sin funda. Cuando el dolor aumentaba o tenía mucho frío, Mona subía el edredón hasta la barbilla y miraba televisión desde la cama mientras el visitante se sentaba en el sofá. O a mitad de la velada se iba a acostar sin quitarse la ropa, como una nena.  
Era desconcertante. Por más que uno supiese que estaba vestida, siempre que apartaba las cobijas para levantarse de nuevo había un momento de incertidumbre.

 Cualquier día malo le daba la sensación de que iba a recaer. Una tarde me llamó a las siete.
-Creo que no he comido-dijo.
Finalmente la semana anterior había conseguido romper con el escultor, a quien por su parte acababan de operar de gravedad. Me llegué hasta Camden a ver si podía ayudar. La alegró tener a alguien que la cuidase un par de horas, pero se preocupó por aclarar que, si bien yo la atraía, y sabía que ella me atraía a mí, por el momento no quería una historia con nadie.
Le dije que no había ido por eso. No esperaba recompensa por dar ayuda.
Me preguntó si podía abrazarme. Dije que sí. Me había sentado en el sofá. Ella se arrodilló frente a mí y la rodeé con los abrazos. Me sentía torpe, pero era lo que ella quería.

-Te escucho el corazón-dijo en un momento-. Me da mucho consuelo.
-Tendrías que llorar todo lo que necesites, dije yo.

Estuvo casi una hora arrodillada en el suelo. Si hubiese entrado alguien podría habernos tomado por una de esas parejas despiadadamente torpes de Egon Schiele, pero sin sexo. Yo no podía pensar en otra cosa que en cuánto debían dolerle las rodillas. Llevaba un mes sin verla y estaba aún más flaca de lo que recordaba. Por fin se levantó y fue a acostarse. No bien me pareció que se sentía mejor le preparé una cena, que comimos frente al televisor. La hice prometerme que iba a comer más seguido y por unos días tomarse las cosas con calma. Cuando a las doce menos cuarto me levanté para irme, dijo ansiosamente:
-¿Seguro que a esta hora tendrás cómo llegar a tu casa? Si es difícil estás invitado a quedarte.

No había problema, le dije. Mi casa estaba a pocas estaciones en la línea norte. En realidad, cocinar me había cansado. Quería irme para pensar si aquello tenía algún significado.

 Dos días más tarde estábamos en una Pizza Express. Ella me había pedido que le explicase la idea de la “memoria cuántica” para incorporarla a un trabajo que estaba haciendo para el curso de la fundación Slade. Yo había empezado a decir algo como “La luz puede ser una onda o una partícula según lo que espere el observador”, cuando ella me interrumpió:
-Qué fálico, ¿no? Tú aquí hablando de cosas minúsculas y mira qué hago yo.

Estaba frotando con los dedos el candelabro que había en la mesa. Como me había dejado perplejo, contesté:
-Sí, ¿no? J aja-y seguí explicándole la naturaleza doble de la luz-. Lo he escrito todo-dije.

  La acompañe a su casa. Fue al baño y se puso un pijama de algodón y un vencido pulóver gris tejido a mano.
-Me tomé en serio tu consejo-dijo-.De veras. Te soy franca, estoy comiendo mucho más.

Abrió en el suelo una carpeta de sus obras para que las mirásemos. Eran fotos de altas construcciones extrañas hechas con vendas, alambre y pedazos de papel con citas sobre la enfermedad. Tenía imágenes de su operación y de la del escultor. Le interesaba el texto como objeto. Dijo que empleaba citas de otros porque en sus propias opiniones le constaba confiar. Yo dije que en los sesenta había resuelto el problema presentando mis opiniones como citas ajenas, de ese modo me parecieron más autorizadas hasta que gané confianza para presentarlas como mías. Después hice té, miré un programa sobre gestión de riesgo y a las once y media me levanté para irme.

-Es tardísimo-dijo-.Si te es difícil llegar a tu casa estás invitado a quedarte.
-Hasta las doce y media hay subtes-dije yo.

Un rato antes le había dedicado un libro mío. Había escrito: “Aliméntate bien. Ponte fuerte. Cuídate”. Era una novela sobre una mujer que quería volar pero lo máximo que conseguía era un tratamiento cosmético que le daba aspecto de pájaro. Le dije a Mona que me perdonará si al parecer en todos mis libros había mujeres que se enfermaban mucho después de una serie de operaciones.
He aquí el resumen que le escribí sobre la memoria cuántica:

Toda partícula que haya tenido relación con otra partícula recuerda en cierto modo esa relación y la traslada al intercambio siguiente. Todo lo que alguna vez ha estado unido permanece unido de una manera u otra. Esto sólo se da en el nivel de las cosas muy pequeñas-
Indeterminación cuántica:

a)      Si se sabe dónde está una partícula, no se puede conocer su velocidad. Si se conoce su velocidad, no se puede saber dónde está.

b)      La luz puede describirse como onda o como partícula. No es que sea las dos cosas a la vez: es auténticamente una cosa o la otra según la maquinaria que se use para observarla.

Las partículas cuánticas empiezan como potencial de las condiciones que llamamos espacio vació. Luego son “observadas” o atrapadas en un lugar por el resto del universo: es decir, las condiciones locales dan contexto a uno de los estados potenciales y lo “eligen” para que se realice. Sin embargo, la opción que el universo no eligió sigue existiendo de manera más informal.
Puesto que se puede decir que cada opción tiene una “memoria” de las otras, y que se han descartado todos los mecanismos propuestos hasta hoy para la memoria humana- desde la químico-celular hasta  la holografía, de distribución más amplia-algunos científicos juegan con la idea de que la memoria podría depositarse en el nivel cuántico en transacciones como la que he descrito.
Científicamente es una especulación. Como metáfora, bastante linda. Todo los demás-la indeterminación cuántica, la naturaleza doble de la luz, etc.- es cierto, hasta donde puede afirmarse que algo es cierto usando herramientas experimentales contemporáneas.
Ya era hora de que yo aprendiese a proteger a las mujeres de mis entusiasmos: eso me había dicho la ex guionista antes de cortar conmigo esgrimiendo una foto, aparecida en las páginas de Publishing News, donde se me veía con una novia de otro tiempo. Pensaba que para las mujeres el entusiasmo masculino era una forma de abuso. Lo llamaba “energía viril”. Enviarle a Mona confusas ideas de física cuántica impresas en Gill Sans Condensend negrita de cuerpo 18 no era una forma de protegerla de mi entusiasmo. Tal vez también a Mona el entusiasmo le pareciese energía viril. Tal vez por eso se había descubierto masturbando una vela en el Pizza Express.
Mona rondaba su casa en pulóveres raídos, faldas muy cortas y medias gruesas. Era parte del amontonamiento, un gesto incompleto, flaca como un palo pero siempre elegante. Tenía tal  serenidad que uno podía cruzársela en la sala y no verla. La vez siguiente la encontré de pie junto a la mesa, con una mano apoyada en el tablero y la otra levantando, pero sin volverla, una página del diario que estaña mirando.

-Buenas, dije.
-¡Ah, hola!-Hablaba como si hubiera olvidado que en  la casa había alguien más; o como si yo hubiera aparecido después de un larga ausencia.

-Pensé que estabas en el otro cuarto-dije.

-No-dijo ella-. Estuve todo el tiempo aquí.

Esa noche fuimos al West End a ver El paciente inglés. Por Shaftesbury Avenue Mona caminó hasta el cine muy despacio. Nos sentamos en la punta de una fila, con los torsos un poco alejados. Ella había ocupado la butaca del pasillo por si necesitaba levantarse. Era una de las técnicas que le habían enseñado para manejar el dolor. En una escena de la película se daba a entender que a un hombre tenían que cortarle los dedos. O tal vez eran los pulgares. No se veía nada, pero de golpe el público se tragaba el aliento. En todo el cine había gente contraída para no ver del todo. Jadeando, Mona me aferró la mano. Me atrajo hacía ella y así estuvimos unos momentos.

-Hay algo en esta película que no me convence-dijo a la salida del cine-. Es demasiado correcta.
Le pregunté qué quería decir.

- Bah, no sé bien-dijo-. Me parece que necesitó un té.

Cuando llegamos a la casa fui a la cocina. Mientras ponía bolsitas en las tazas y esperaba a que hirviese el agua la oí entrar y salir del baño.
-Yo me voy a acostar-dijo en voz alta-. Hace frío aquí. ¿Tú no tienes frío?

Dije que estaba bien. Cuando llevé el té a la sala, tenía la tele encendida. Miramos un rato, bebiendo el té, y luego me levanté para irme.

-Me preocupa que te vayas tan tarde-dijo Mona-. ¿estás seguro de que habrá tren? Lo más fácil es que te quedes.

-No-dije yo-. De verás, parece que circulan trenes sin parar.
-Mira si te asaltan.

Me reí.
Tenía las cobijas hasta el mentón. Era toda ojos.

-Yo quiero que te quedes-dijo.

-Eso es otra cosa-dije yo.
Me lleve las tazas y apagué la tele. Ella me miró desvestirme. Luego alzó el borde del edredón para animarme.

-Creí que todavía estabas vestida-dije yo.
Me miró ansiosa, manteniedo el edredón levantado para dejarme ver.

-Estoy sangrando un poquito-dijo-. No te importa, ¿no?.


En Preparativos de viaje, Interzona

martes, 5 de junio de 2012

Brian Eno

por Simon Reynolds

(...) Además de ser un conducto hacia el rock para cierta sensibilidad de escuela de arte británica de los sesenta, Eno fue también una figura clave en la emergencia de un abordaje "pictórico" de la grabación. Junto con Robert Wyatt y Pink Floyd, estaba en la vanguardia de la exploración de las posibilidades espaciales y texturales abiertas por el estudio de grabación. En sus intervenciones y escritos se abre paso un consistente impulso para traducir el sonido al registro visual, ya sea hablado de la cinta como de un lienzo sobre el cual uno puede pintar una capa de sonido sobre otra, ya sea refiriéndose a su producción para grupos como U2 en términos de "paisajes donde las canciones acontecen". La esencia de la producción de la grabación consistía para Eno en la retirada del tiempo real: en lugar de grabar un evento musical, se construye un pseudoevento fantasmagórico que bien podría no haber sucedido nunca como actuación real en un momento específico. Los efectos y los tratamientos sonoros abrían una fantástica paleta de timbres; el emplazamiento en estéreo, el paneo y la cámara recreaban en audio el equivalente de la perspectiva y habilitaban todo tipo de espacialidades ficcionales a la manera de Escher; el método cortar y pegar  y los loops de cintas lograron efectos a mitad de camino entre el collage y el viaje en el tiempo".

Ono, Eno, Arto: no-músicos y la emergencia del "Rock Conceptual". (fragmento), en Después del Rock.

Pour it out y The real pertenecen al disco Drums between the bells ( 2011)

miércoles, 30 de mayo de 2012

viernes, 25 de mayo de 2012

Fe y capitalismo

Alvaro García-Ormaechea tradujo para Fuera de lugar esta intervención radiofónica de Agamben recogida por La República el 16 de febrero.

 Giorgio Agamben

Para comprender lo que quiere decir la palabra “futuro” antes hay que entender lo que significa otra palabra, una que ya no acostumbramos a usar más que en la esfera religiosa: la palabra “fe”. Sin fe o confianza no es posible el futuro, hay futuro solo si podemos esperar o creer en algo. Ya, pero la fe ¿qué es? David Flüsser, un gran estudioso de la ciencia de las religiones –pues existe una disciplina de tan extraño nombre– estaba hace poco trabajando en la palabra pistis, que es el término griego que Jesús y los apóstoles usaban para “fe”. Aquel día, que iba paseando por casualidad por una plaza de Atenas, en un momento dado alzó la vista y vio ante sí escrito con grandes caracteres: Trapeza tes pisteos. Estupefacto por la coincidencia, miró mejor y a los pocos segundos se dio cuenta de que se encontraba simplemente a la puerta de un banco: trapeza tes pisteos significa en griego “banco de crédito”. Ese era el sentido de la palabra pistis, que llevaba meses tratando de entender: pistis, “fe”, no es más que el crédito del que gozamos ante Dios y el crédito del que goza la palabra de Dios ante nosotros, a partir del momento en que la creemos. Por eso Pablo puede decir en una famosa definición que “la fe es sustancia de cosas esperadas”: aquello que da realidad a lo que todavía no existe, pero en lo que creemos y tenemos confianza, en lo que hemos puesto en juego nuestro crédito y nuestra palabra. Algo así como un futuro existe en la medida en que nuestra fe logra dar sustancia, es decir realidad, a nuestras esperanzas. Pero ya se sabe que la nuestra es una época escasa de fe o, como decía Nicola Chiaromonte, de mala fe, de fe mantenida a la fuerza y sin convicción. Una época, por tanto, sin futuro y sin esperanzas –o de futuros vacíos y de falsas esperanzas–.
Pero en esta época nuestra, demasiado vieja para creer verdaderamente en nada y demasiado listilla para estar verdaderamente desesperada, ¿qué hay de nuestro crédito? ¿Qué hay de nuestro futuro?
Bien mirado, existe aún una esfera que gira toda ella en torno al perno del crédito, una esfera a la que ha ido a parar toda nuestra pistis, toda nuestra fe. Esa esfera es la del dinero, y la banca –la trapeza tes pisteos– es su templo. El dinero no es sino un crédito, y de ahí que muchos billetes (la esterlina, el dólar, si bien no, quién sabrá por qué, quizás esto nos debería haber hecho sospechar algo, el euro) aún lleven escrito que el banco central promete garantizar de alguna manera ese crédito. La consabida “crisis” que estamos atravesando –pero ya ha quedado claro que eso a lo que llamamos “crisis” no es sino el modo normal en que funciona el capitalismo de nuestro tiempo– comenzó con una serie de operaciones irresponsables sobre el crédito, sobre créditos que eran descontados y revendidos decenas de veces antes de que pudieran ser realizados. En otras palabras, eso significa que el capitalismo financiero –y los bancos, que son su órgano principal– funciona jugando con el crédito, que es tanto como decir la fe, de los hombres.
La hipótesis de Walter Benjamin según la cual el capitalismo es en verdad una religión –y la más feroz e implacable que haya existido nunca, pues no conoce redención ni tregua– hay que tomarla al pie de la letra. La Banca, con sus grises funcionarios y expertos, ha ocupado el lugar que dejaron la Iglesia y sus sacerdotes. Al gobernar el crédito, lo que manipula y gestiona es la fe: la escasa e incierta confianza que nuestro tiempo tiene aún en sí mismo. Y lo hace de la forma más irresponsable y sin escrúpulos, tratando de sacar dinero de la confianza y las esperanzas de los seres humanos, estableciendo el crédito del que cada uno puede gozar y el precio que debe pagar por él (incluso el crédito de los estados, que han abdicado dócilmente de su soberanía). De esta forma, gobernando el crédito gobierna no solo el mundo, sino también el futuro de los hombres, un futuro que la crisis hace cada vez más corto y decadente. Y si hoy la política no parece ya posible es porque de hecho el poder financiero ha secuestrado por completo la fe y el futuro, el tiempo y la esperanza.
Mientras dure esta situación, mientras nuestra sociedad que se cree laica siga sirviendo a la más oscura e irracional de las religiones, estará bien que cada uno recoja su crédito y su futuro de las manos de estos lóbregos, desacreditados pseudosacerdotes, banqueros, profesores y funcionarios de las varias agencias de rating. Y acaso lo primero que hay que hacer sea dejar de mirar tanto hacia el futuro, como ellos exhortan a hacer, y volver un poco la vista al pasado. Pues solo comprendiendo lo que ha sucedido, y sobre todo tratando de entender cómo ha podido ocurrir será posible, quizás, reencontrar la propia libertad. La arqueología –no la futurología– es la vía de acceso al presente.


lunes, 21 de mayo de 2012

Sociedades de control

Por Daniel Vittar para Clarín

En una pequeña y somnolienta comunidad del oeste de Estados Unidos, donde la mayoría de sus casi 7.000 habitantes son mormones, la comunidad de inteligencia está levantando el centro de espionaje más grande que el mundo haya conocido hasta ahora. La ciudad se llama Bluffdale y se encuentra en el estado desértico y montañoso de Utah, cuya población mira con asombro el gigante que está construyendo el cuerpo de ingenieros del Ejército. Se trata de la nueva base de la poderosa National Security Agency (NSA), que se convertirá en el corazón de un colosal tablero mundial destinado a espiar cada rincón del planeta que considere hostil o afecte los intereses de Washington. Es, tal vez, el paso más beligerante que da EE.UU. en la llamada “guerra del ciberespacio”.
Carroll F. Pollett, director de la Agencia de Defensa de Sistemas de Información (DISA), lo explicó con claridad en una sesión en el Congreso. “ El ciberespacio se ha convertido en un nuevo campo de batalla . Ha adquirido una importancia similar a la que tienen los otros, tierra, mar, aire y espacio. Está claro que debemos defenderlo y volverlo operativo”. En lenguaje militar, el ciberespacio es denominado “quinto campo de batalla”.
El centro de datos de Bluffdale es una descomunal estructura –cinco veces el tamaño del Capitolio– que albergará la más moderna tecnología destinada a interceptar, almacenar, descifrar y analizar la compleja red de comunicaciones del globo. Sus veloces computadoras deglutirán inconmensurables datos captados por los satélites, extraídos de la red de celulares y arrebatados a la Web. En su primera etapa el emprendimiento se mantuvo en estricto secreto hasta que salió a la luz por una investigación del periodista James Bamford, experto en inteligencia, en Threat Leve l, un medio especializado en seguridad.
El amo de esta omnisciente instalación es la NSA, la agencia más poderosa y enigmática de EE.UU., cuya capacidad y recursos dejaron muy atrás a la CIA y al FBI. Su especialidad son las comunicaciones y el criptoanálisis. Es, básicamente, un “Gran Hermano” de formidables dimensiones. Para ello dispone desde hace más de tres décadas de la polémica red de espionaje Echelon, basada en satélites alrededor del planeta.
Este nuevo bunker de la NSA costará unos 2.000 millones de dólares y se espera que lo terminen el año próximo. Pese al aura de secreto, medios estadounidenses adelantaron que constará de cuatro salas de 2.300 metros cuadrados, cada una de ellas llena de servidores. A esto hay que agregarle otras plantas, de medidas similares, destinadas al sector técnico y administrativo. Tal cantidad de equipos necesita un enorme poder de refrigeración y esto, a su vez, de energía. Se presume que consumirá el promedio de electricidad que utiliza habitualmente una pequeña ciudad. Todo el complejo será autosuficiente.
Su funcionamiento, una vez terminado, será el siguiente. Tomará la información recogida por los satélites –particularmente de la red Echelon–, los datos provenientes de agencias en el exterior y las comunicaciones interceptadas en los centros de vigilancia instalados en el mundo, para luego depurar, analizar y determinar que es relevante para la sede madre de NSA en Maryland.
Si bien el proyecto se concreta ahora, tiene su origen en una iniciativa que la NSA impulsó durante el gobierno de George W. Bush tras el 11/S, que se conoció como “Stellar Wind” (viento estelar). Esta actividad de espionaje resultó tan controvertida y peligrosa para los propios estadounidenses que el Parlamento se opuso, y terminó anulándola. Pero desde hace unos años volvió con fuerza. El punto que genera mayor incógnita en este proyecto tiene que ver con la monstruosa cantidad de datos que podrán escanear los equipos de la NSA. De hecho será enormemente superior a lo que se hace actualmente, que de por sí es asombroso.
Más allá de los controles para mantener la seguridad interna, los servicios de inteligencia estadounidenses apuntan ahora a detener los continuos ciberataques chinos que sufrieron agencias del gobierno y empresas , tanto militares como comerciales. Hoy, en esta gran guerra tecnológica desplegada por las potencias, donde el robo industrial se convirtió en un hecho cotidiano, los grandes enemigos para EE.UU. son China y Rusia, y en menor medida Corea del Norte e Irán. En este marco no se sabe muy bien si la gran central de la NSA busca proteger el país contra los ciberataques y descubrir células terroristas, o incursionar con mayor capacidad en el espionaje comercial. El general Keith Alexander, director de la NSA, expuso la cuestión en una comisión del Congreso: “ Necesitamos hacer que sea más difícil para los chinos hacer lo que están haciendo . La propiedad intelectual no está bien protegida, y podemos hacer un mejor trabajo protegiéndola”.
Desde la otra vereda, el coordinador especial de Rusia en tecnología de la información, Andrey Krutskikh, resumió el escenario con estas palabras: “Tenemos una situación en la que se producen millones de ataques de hackers contra nuestro dinero, contra nuestras empresas, en nuestras computadoras privadas, significa que es una forma nueva de confrontación ”.
Para los especialistas, la guerra del ciberespacio entró en una nueva y peligrosa fase, donde el desarrollo tecnológico será fuente de poder y control.
“Estamos a una pequeña distancia del Estado totalitario” , advirtió el ex integrante de la NSA William Binney. Y sus palabras hacen pensar que tal vez no se comprendió a tiempo lo que en su momento planteó Ray Bradbury: “No intento describir el futuro; intento prevenirlo”.

martes, 15 de mayo de 2012

viernes, 11 de mayo de 2012

¿Libros vs. libros?

por Alejandro Katz para Letras Libres

Desde septiembre del año pasado diversas restricciones administrativas comenzaron a dificultar el ingreso a la Argentina de libros impresos o editados en el extranjero. Sin que mediara, al principio, una normativa precisa que justificara las medidas del gobierno –lo cual incrementaba por una parte la incertidumbre y, por otra, ampliaba los márgenes para las decisiones arbitrarias–, las dificultades para la importación de libros se mantuvieron desde entonces. En los meses transcurridos, se hicieron evidentes dos de las razones que explican la conducta de los funcionarios: los desequilibrios de la balanza comercial, que llevaron al gobierno a un creciente control del comercio exterior desde fines de 2011 (lo cual motivó que un grupo de cuarenta países, entre los cuales se cuentan los de la Unión Europea, Japón, Canadá, Estados Unidos y México, presentaran en marzo una queja ante la OMC), y la presión de un importante grupo de industriales gráficos que, desde el año 2010, estaban realizando gestiones para limitar la importación de libros impresos fuera del país. Ambas razones comparten causas comunes, particularmente la creciente pérdida de competitividad de una economía que padece altos índices de inflación con un tipo de cambio relativamente estancado. Pero, a diferencia de muchos otros sectores económicos, a los cuales el gobierno exige, para permitir el ingreso de mercaderías, que compensen las importaciones con exportaciones, en el caso particular de los libros, además de la exigencia que impone el gobierno de equilibrar los saldos del comercio exterior, el lobby de los industriales gráficos consiguió que se sancionara una reglamentación específica, cuya finalidad explícita es el control de la proporción del plomo en la tinta de los libros que se importan pero que, de hecho, funciona como una barrera para-arancelaria destinada a dificultar o restringir el ingreso de libros al país. La combinación de ambas exigencias, los trámites necesarios para cumplirlas y la incertidumbre acerca de la decisión final que adoptará el funcionario a cargo han provocado que buena parte de quienes importaban libros dejen de hacerlo o reduzcan la variedad y cantidad de lo que importan a las necesidades mínimas. De hecho, más allá de los límites concretos que el gobierno imponga, la sucesión de medidas funciona como un incentivo inverso a la importación cuyo efecto inmediato es el empobrecimiento de la oferta editorial en el país.
No es fácil exagerar la gravedad de cualquier decisión gubernamental cuyo objeto o efecto sea dificultar la libre circulación de los libros. Argentina produce aproximadamente el 12.5% de los títulos que se editan en idioma español, lo cual significa que cualquier restricción impuesta al ingreso de libros impedirá al lector argentino el acceso al 87.5% de los títulos que cada año se publican en nuestro idioma –por no mencionar lo editado en otras lenguas–. Pero tan difícil como exagerar las consecuencias es tratar de entender las razones que fundamentan decisiones de esta naturaleza: si desde el punto de vista de la balanza comercial el sector editorial argentino resulta absolutamente irrelevante, sancionar a los lectores para proteger a determinados jugadores de la industria gráfica no es ni más ni menos que una enfervorizada declaración de arcaísmo intelectual, que pone de manifiesto una ideología para la cual el “valor-conocimiento” es desdeñable en relación con el “valor-trabajo”, entendido este puramente como la utilización, lo más extensiva posible, de mano de obra industrial, no necesariamente de alta calificación. Una ideología que sigue persuadida de que las líneas fordistas de producción son más genuinas e importantes que los bienes producidos por la educación, el saber y la creatividad; que la producción industrial de manufacturas –aun si estas tienen un bajísimo valor agregado– es más verdadera que toda producción abstracta, sea de patentes, diseño, conocimiento o arte. Una ideología más apegada, en síntesis, a la capacidad de fabricar objetos materiales, aunque estos sean commodities –que es lo que en verdad hace la industria gráfica: producir commodities– que bienes simbólicos, complejos y de mayor valor agregado como los de la industria editorial, independientemente del soporte en que los manufacture y del sitio en el que los manufacture.
Hay cuando menos dos concepciones que subyacen en las decisiones que el gobierno argentino ha tomado en los últimos meses en relación con la circulación de los impresos. Una, ese apego a lo concreto, lo físico, lo táctil, que va de la producción industrial a los hechos de masas. Otra, la ideología de lo local, lo propio, lo próximo, como algo preferible a lo extranjero, lo ajeno y distante. La síntesis de ambas concepciones fue expresada de modo sorprendente por el secretario de Cultura cuando explicó, a principios de abril, las decisiones del gobierno en función de la defensa de la “soberanía cultural”, que, según razonó, “consiste en que tengamos cada vez una mayor capacidad de decisión para decir qué se debe editar, qué conviene estratégicamente que editemos, y no qué se decida en las grandes capitales del mundo sobre los libros que podemos leer”.
Esa primera persona del plural, ese “nosotros” que “decidimos”, es, a pesar de la apariencia de inclusión, básicamente un modo de excluir: son, sobre todo, ellos, los otros, los extranjeros los que no deben participar de “nuestra” vida. El control de la proporción del plomo en la tinta como mecanismo para impedir o dificultar la importación de libros es una metáfora perfecta de ese sentimiento: lo que viene de afuera contamina y enferma. Que en la segunda década del siglo XXI un gobierno restrinja, por las razones que sean, la libre circulación de libros puede parecer peligroso, pero sobre todo es triste. ~

domingo, 29 de abril de 2012

lunes, 23 de abril de 2012

Day is Done revisitado

Day is Done forma parte de Five leaves left (1969), primer LP de Nick Drake. En 2005, Brad Mehldau (piano), Larry Grenadier (Bajo) y Jeff Ballard (batería) graban el LP Day is Done, donde reversionan en clave jazz temas de Radiohead, The Beatles, Bacharach,entre otros... y la canción que da título al disco.

martes, 17 de abril de 2012

El mal elemental.

En La mecánica del genocidio, relatadas por los victimarios (Clarín, 3-4-12), Tzvetan Todorov  sostiene que para comprender las grandes matanzas del siglo XX  no basta con escuchar a las víctimas, también hay que oír a los victimarios.
 En 1949, Borges publicó Deutsches Réquiem, su gran relato  sobre el nazismo. Otto Dietrich Linde Linde, su única voz narradora –camino anticipatorio y audaz-, subdirector  del campo de concentración de Tarnoitz, declarado culpable por “torturador y asesino”,  la noche que precede a su ejecución  decide hablar, “no para ser perdonado” sino para ser “comprendido”.  Y  en un momento de su  soliloquio define el nazismo como “un hecho moral” que está llamado a fundar el nuevo hombre.  
En  Algunas reflexiones sobre la filosofía del hitlerismo (1934), Emmanuel Levinas expone la idea que la filosofía  del nazismo implicó una ruptura radical con las ontologías judeocristiana y liberal.  Dichas concepciones-dice Levinas-  disociaron  el ser en cuerpo y espíritu: la razón de la filosofía moderna y el alma cristiana desataron los lazos de la existencia concreta, lo que permitió el sentimiento de la libertad absoluta del hombre respecto del mundo, del orden fáctico. El cuerpo es  el obstáculo que aprisiona  el impulso libre del espíritu,  y  lo trae de nuevo a las condiciones terrenales.  En este sentido, siempre habrá un sentimiento de extrañeza con el cuerpo. Pero este sentimiento de extrañeza, paradójicamente, es la condición de la libertad.
La filosofía "hitleriana", en cambio, significó un cambio radical en la concepción del ser. El cuerpo ya no es sólo un accidente que  pone al hombre en relación con el mundo implacable de la materia: su adherencia al yo vale por sí misma. Este sentimiento de identidad entre el yo y el cuerpo-dice Levinas- no permite la dualidad del espíritu libre que se debate contra el cuerpo al que se habría engarzado. Al contrario, la esencia del espíritu consiste en ese encadenamiento al cuerpo. Se despliega, de esta manera,  una idea meramente biológica del hombre. La voz de la sangre, los llamados de la herencia y del pasado regresan triunfales. No es casual, en este sentido, que el relato de Borges comience con Linde dando cuenta de su genealogía.
Si el nazismo encarna e impulsa esta idea “instrumental” del ser, Linde, de algún modo, necesita, para ser merecedor de ella, despojarse de ciertas “timideces cristianas”. “Ignoro si Jerusalem- escritor judío que admite haber asesinado- comprendió que si yo lo destruí, fue para destruir mi piedad. Ante mis ojos, no era un hombre, ni siquiera un judío; se había transformado en el símbolo de una detestada zona de mi alma. Yo agonicé con él, yo morí con él, yo de algún modo me he perdido con él; por eso, fui implacable”. Lo que muere en Linde, por supuesto,  es el hombre “viciado”, y alumbra el  “nuevo hombre”, objetivo, por lo demás,  de los regímenes asesinos de masas.
Si Levinas registró este cambio ontológico a poco de iniciado el régimen nazi, Borges lo tematizó algunos años después. Sin embargo, hay algo más en su relato. Y es la percepción del fracaso del humanismo como potencia domesticadora del hombre. Dice Peter Sloterdijk  en Normas para el parque humano. “Los libros, dijo una vez el poeta Jean Paul, son voluminosas cartas a los amigos. Con esta frase llamó él por su nombre de modo refinado y elegante a lo que es la esencia y función del humanismo: una telecomunicación fundadora de amistad por medio de la escritura. Lo que se llama humanitas desde los días de Cicerón, pertenece en sentido tanto estricto como amplio a las consecuencias de la alfabetización”. Apasionado de Brahms y lector de Schopenhauer y Shakespeare,  Linde advierte en su discurso: “Sepa quien se detiene maravillado, trémulo de ternura y de gratitud, ante cualquier lugar de la obra de estos felices, que yo también me detuve ahí, yo el abominable”.
La crisis de la humanitas  es uno de los temas de La montaña mágica (1924), de Thomas Mann. Al final de ese texto central,  cuando Hans Castorp – uno de sus protagonistas-después de haber pasado un tiempo prolongado en un sanatorio para tuberculosos en los Alpes, y testigo privilegiado de trascendentes  debates filosóficos entre Settembrini y Naphta,  decide regresar a su país  para participar en la primera guerra mundial se lee: “Será posible que de esta bacanal de la muerte, que también de esta abominable fiebre sin medida que incendia el cielo lluvioso del crepúsculo, surja alguna vez el amor?
Deutsches Réquiem, acaso, sea la respuesta.

Gerardo Zappa






viernes, 13 de abril de 2012

viernes, 30 de marzo de 2012

Masa

Elías Canetti

Pues nada sabían de aquella fuerza motriz de la historia, mucho más profunda y auténtica: el impulso humano a fundirse en una especie animal superior, la masa, y a perderse tan irremisiblimente en ella como si nunca hubiera existido un hombre aislado. Porque además eran educados, y la educación es un arma defensiva del individuo contra la masa que lleva adentro.
No menos que la lucha por el hambre o por el amor, practicamos la llamada lucha por la vida con el fin de aniquilar nuestra masa interior. Pero  ésta se robustece tanto bajo ciertas circunstancias que obliga al individuo a actuar en forma desinteresada y hasta en contra de sus propios intereses. La "humanidad" existía como masa mucho antes de haber sido formulada y diluida en conceptos. Como un animal monstruoso, salvaje, ardiente y exuberante, la masa hierve y se agita en lo más hondo de nuestro ser, a mayor profundidad que nuestras mismas Madres. Es, pese a su edad, el más joven de nuestros animales, la criatura esencial de la Tierra, su meta y su futuro. Pero nada sabemos de ella y vivimos, supuestamente, como individuos. No obstante, la masa se abate a veces sobre nosotros como una espumante resaca, como un océano furioso en el que cada gota permanece viva y aspira a lo mismo. Al poco rato se dispersa, devolviéndonos a nuestro estado habitual de pobres diablos solitarios. Y entonces, nos resulta inconcebible recordar alguna vez que llegamos a ser tantos, tan grandes y tan "Uno". "Enfermedad", dirá un comentarista inteligente; "la bestia en el hombre", atenuará un humilde cordero, sin sospechar cuán próximo a la verdad se halla su error. Entretanto, la masa prepara un nuevo ataque desde adentro. Hasta que un día ya no vuelva a dispersarse, quizá en un sólo país al comienzo, y de allí empiece a propagarse a todos lados hasta que nadie ponga en duda su existencia, porque ya no habrá más Yo, ni Tu, ni EL, sino sólo ella: la masa.

en Auto de Fe

lunes, 26 de marzo de 2012

lunes, 19 de marzo de 2012

El sistema Bolaño I (Amuleto)

Siempre que frecuento la obra de Bolaño siento una sensación de continuidad, de estar metido en un universo con señales y coordenadas que se repiten. Un libro de Bolaño es otro eslabón en una cadena interrumpida por la muerte de su autor, aunque en más de un sentido, 2666 pueda ser entendido como un acelerado acto de clausura. Eso pensaba leyendo Amuleto y eso pensé leyendo una reseña a un libro del también fallecido Mario Lebrero firmada por Mauro Libertella. Esclarecedor el concepto e Inmejorable su exposición. Dice Libertella: Los grandes escritores construyen sistemas, y a partir de cierto punto cualquiera de sus textos pueden entrar en sintonía, y discutir, y chocar, y completar el mapa de su obra. Una vez que un escritor erigió un sistema, a partir de entonces todo lo que escriba entrara en él. En el siglo XXI, y en Latinoamérica, Roberto Bolaño jugó ese juego (…). Así pues, en el sistema Bolaño, Amuleto órbita alrededor del centro que ahora establecen 2666 y Los detectives salvajes.

Amuleto es la versión extendida de un relato interno de Los detectives salvajes, el monologo confesional de Auxilio Lacouture, una de las tantas y distintas voces narrativas que cimentan la estructura coral de esa novela. Cuenta Auxilio Lacouture, con tono reminiscente y temporalmente deshilvanado, maternal y de a ratos alucinado, su experiencia encerrada en el baño de la UNAM en el aciago año de 1968, año en que el ejército mexicano violó la autonomía universitaria y llevó a cabo en la Plaza de las Tres Culturas, la masacre de Tlatelolco, donde se estima, murieron más de trescientos jóvenes.

Y esto se lee en el capítulo cuatro de la segunda parte de Los detectives salvajes. “Yo por el día vivía en la facultad, como una hormiguita o más propiamente como una cigarra, de una lado para otro, de un cubículo a otro cubículo, al tanto de todos los chismes, de todas las infidelidades y divorcios, de todos los planes y proyectos, y por las noches me expandía, me convertía en un murciélago, dejaba la facultad y vagaba por el DF” De esa expansión, de ese vagar nocturno por la ciudad y por el centro de la nueva poesía mexicana junto a sus jóvenes hermosos e idealistas que creen que la lucha revolucionaria y la poesía agrietaran el centro mismo de un sistema injusto y desigual nos habla este relato que por momentos desencadena en un enorme poder onírico y visionario. Amuleto representa, si se quiere, el eslabón más político del sistema Bolaño. Y lo de antes, aquí otra vez los temas centrales de una obra descomunal. ¿Cuales son esos temas? Los crímenes colectivos y los asesinatos en serie, la figura del escritor siempre en fuga y desterrado y metáfora (in)consciente del desarraigo continental, las vanguardias estéticas latinoamericanas, la poesía como fondo abismal -cuya representación bien puede ser el fondo del florero del poeta español Pedro Garfias, como la boca oscura y desdentada de la propia Auxilio Lacouture- al que irremediablemente el poeta debe asomarse y la relación controversial entre las distintas formas de la representación literaria y la violencia política. Y como siempre pasa en los libros de Bolaño, todo está escrito con una prosa tan bella y vital que dé a ratos hace que olvidemos la novela y acerquemos el oído al texto y nos quedemos muy quietos, escuchando en un silencio asombrado, el delicioso sonido de su respiración.



Diego Zappa

jueves, 15 de marzo de 2012

sábado, 10 de marzo de 2012

Ultimas palabras

William S. Burroughs

Que se oigan en todas partes mis últimas palabras. Que se oigan en todos los mundos mis últimas palabras. Oigan todos ustedes, sindicatos y gobiernos de la tierra. Y ustedes autoridades que apañan negociados inmundos concertados vaya uno a saber en qué letrinas para apoderarse de lo que no es de ustedes. Para vender el suelo bajo los pies de los que no nacerán-
"Que no nos vean. No les digan qué estamos haciendo-"
"Por Dios que no salga a relucir lo de la Coca-Cola-"
"Ni el Negociado del Cáncer con los venusinos-"
"Ni el negociado verde-Que no se den cuenta de-"
"Ni de la muerte del Orgasmo-"
"Ni de los hornos-"
Oigan: a todos ustedes me dirijo. Muestren sus cartas jugadores. Paguen todo paguen todo devuélvanlo todo. Juegen todo jueguen el resto. Para que  todos vean. En Times Square. En Piccadilly.
"Prematuro. Prematuro. Danos un poco más de tiempo". ¿Tiempo para qué? ¿Para más mentiras? ¿Prematuro? ¿Prematuro para qué? Digo a todos que estas palabras no son prematuras. Estas palabras pueden ser demasiados tardías. Faltan minutos para el objetivo enemigo-
"Archisecreto-Archivado-Para uso del Directorio-La Elite-Los Iniciados-"
¿Son estas las palabras de los omnipotentes directorios y sindicatos de la tierra? Estas son las palabras de mentirosos cobardes colaboracionistas traidores. Mentirosos que quieren más tiempo para más mentiras. Cobardes que tienen miedo de enfrentar con la verdad a los "perros", a los "negativos", a los "mandaderos", a las "bestias humanas". Colaboracionistas con  la Gente Insecto, con la Gente Legumbre. Con cualquier clase de gente de cualquier parte que le ofrezca un cuerpo para siempre. Para cagar por los siglos de los siglos. Para eso han vendido ustedes a sus hijos. Han vendido el suelo bajo los pies de los que nunca nacerán. Traidores de todas las almas en todas partes. ¿Necesitan el nombre de Hassan i Sabbah para sus inmundos negociados? ¿Para vender a los no nacidos?
¿Qué miedo los ha hecho refugiarse en el tiempo? ¿En el cuerpo? ¿En la mierda? Lo diré: "la palabra". La Palabra Extranjera "la". "La" palabra del Enemigo Extranjero "los" aprisiona en el Tiempo. En el Cuerpo. En la Mierda. Prisioneros, salgan. Los grandes cielos están abiertos. Yo Hassan i Sabbah borro la palabra para siempre. Suprimo todas las palabras de ustedes para siempre. Y también eliminó las palabras de Hassan i Sabbah. A través de todos los cielos lean la escritura silenciosa de Brion Gysin Hassan i Sabbah: trazada sobre Nueva York el 17 de setiembre de 1899.

Expreso Nova (1964)

domingo, 4 de marzo de 2012

Kirchnerismo etapa superior del menemismo

(...) más allá de las preocupaciones del kirchnerismo por fortalecer el Estado, vemos la consolidación de una matriz criminal en la cual la corrupción y la precariedad van juntas."

Maristella Svampa (La Nación, 4 de marzo de 2012)

miércoles, 29 de febrero de 2012

Disco Inferno

Banda que -junto a Seefeeld, Main, AR Kane, entre otras- dio origen , en Inglaterra, a principio de los noventa, al  postrock, que en palabras del crítico Simon Reynolds significa utilizar  la instrumentación del rock para propósitos ajenos al rock: usar las guitarras como vehículos de timbres y texturas más que de riffs y acordes de potencia. Posteriormente, estos grupos adoptaron samplers, secuenciadores y dispositivos MIDI para ampliar el paisaje sonoro.
Disco Inferno grabó cinco EPs y tres discos. Footprints In Snow pertenece a D.I. Go Pop (1994), su segundo LP.

lunes, 27 de febrero de 2012

El vaciamiento de YPF, una política de Estado

por María Eugenia Estenssoro para La Nación

Hasta hace muy poco eran mejores amigos, casi de la familia, los Kirchner y los Eskenazi. Eran tan amigos que gracias a Néstor y Cristina, "Enrique, Sebastián y Matías" (como los llamaba cariñosamente la Presidenta en actos públicos) se convirtieron en dueños del 25% de YPF, la mayor empresa del país, sin tener experiencia alguna en la industria petrolera y sin poner un peso. Un gran ejemplo de "la nueva burguesía nacional que necesita el país, aunque algunos nos critiquen", decía la Presidenta, radiante. Y ellos la miraban emocionados.
Pero ahora la furia de Cristina Kirchner y del Gobierno les ha caído encima, a ellos y a los españoles de Repsol, por la dramática pérdida del autoabastecimiento energético del país. Es verdad, en los últimos años se desplomaron las reservas y la producción de gas y petróleo de YPF, pero lo mismo ocurrió con toda la industria. Durante 108 meses seguidos, en los casi nueve años que lleva este gobierno en el poder, las reservas de gas cayeron 55% y las de petróleo, 15%, cuando en el mundo y la región hubo una gran expansión.
La enmarañada política energética kirchnerista es un modelo similar al que se aplica en trenes y aeronavegación: precios fijados oficialmente por debajo de los costos de producción, subsidios cruzados, negocios para los amigos y mucha corrupción. A esto hay que sumarle retenciones móviles de más del 100%, que generaron fabulosos ingresos fiscales y destruyeron las reservas del país.
Durante estos nueve años el Gobierno negó la crisis energética, pero ahora, con una cuenta creciente de más de US$ 12.000 millones al año para importar energía a precios siderales (que amenaza con comerse gran parte del superávit comercial), Cristina y sus funcionarios buscan culpables. a gritos.
La Presidenta podrá hacerse la sorprendida con YPF, pero el vaciamiento de la mayor empresa del país, y la consiguiente depredación de sus yacimientos, es el resultado directo del acuerdo de "argentinización" diseñado personalmente por Néstor Kirchner, que siempre estaba en todo, y refrendado por los funcionarios del actual gobierno, el secretario de Energía, Daniel Cameron, y Roberto Baratta, director estatal en YPF
Contrato
El contrato societario firmado por Repsol y el Grupo Eskenazi el 21 de febrero de 2008 -publicado desde entonces en la página de la Comisión Nacional de Valores (CNV)- obliga a los accionistas a distribuir el 90% de las utilidades anuales, cuando lo usual es el 25 por ciento. Este mecanismo permitió que "el amigo argentino" comprara su parte en la empresa con los dividendos de la propia compañía.
Yo misma lo denuncié en el Congreso en junio de 2008: "Los estados financieros que presentó YPF a la CNV, en los primeros meses de este año, muestran que Repsol y Eskenazi como accionistas han retirado utilidades extraordinarias y anticipadas por US$ 1800 millones, cuando la empresa prevé solamente tener una utilidad de US$ 1200 millones para todo el año. Esto no se llama inversión. Esto se llama descapitalización. Y esto, en criollo, se llama vaciamiento".
La cláusula 7.3 del acuerdo societario es tan explícita como perversa: "Las partes acuerdan distribuir en forma de dividendo el noventa por ciento (90%) de las utilidades de la compañía; que serán satisfechos en dos (2) pagos cada año. Las partes votarán a favor de los acuerdos sociales necesarios para que la compañía acuerde la distribución de un dividendo extraordinario de ochocientos cincuenta millones de dólares estadounidenses (US$ 850.000.000) que será pagado: (i) un 50% durante 2008 (25% durante el primer semestre y 25% durante el segundo semestre); y (ii) el otro 50% durante 2009 (25% durante el primer semestre y 25% durante el segundo semestre)".
Pregunto: si se acordó retirar prácticamente el total de las ganancias cada año, ¿con qué dinero se esperaba financiar la reposición de reservas y la ampliación de la producción?.
Repsol aceptó el acuerdo sin protestar, porque así emprendía la retirada con los bolsillos llenos y silbando bajito. Además, esta práctica depredadora la utilizó en la Argentina desde el inicio. Entre 2003 y 2007 repatrió el 97% de las utilidades de la empresa. Toda esta información está en los balances públicos.
Repsol, además, aprovechó la euforia generada por la "argentinización", para separar los activos del holding español de los de la petrolera estrictamente argentina. En el proceso, se quedó con todos los yacimientos que YPF había comprado en los 90 en Brasil, Perú, Ecuador, Estados Unidos, Indonesia y Rusia, cuando era una multinacional argentina controlada por el Estado nacional. Esos yacimientos hoy valen una fortuna, porque los compró a US$ 20 el barril de crudo, que hoy está a US$ 100.
La "argentinización" fue una puesta en escena para ocultar una gran estafa. Los accionistas de YPF distribuyeron casi US$ 5000 millones en ganancias, endeudaron a la empresa en US$ 2300 millones, mientras las reservas y la producción cayeron sin parar. En estos cuatro años los Eskenazi recibieron cerca de US$ 1000 millones. Con eso ya repagaron gran parte de los US$ 2235 millones que Repsol y un consorcio de bancos europeos les prestaron para financiar el 25% de la petrolera. Si era gratis, ¿por qué no la compró el Estado?

Sugestivamente, este consorcio estuvo liderado por el Credit Suisse, el banco donde Néstor Kirchner depositó los más de US$ 600 millones que se fugaron de Santa Cruz cuando él era gobernador. La provincia recibió ese dinero en 1999, cuando Kirchner decidió venderle a Repsol -todo queda entre amigos- el 5% de las acciones que la provincia tenía de YPF. Enrique Eskenazi fue el banquero que gestionó la fuga de los dineros públicos a través del privatizado Banco de Santa Cruz, de su propiedad. Y Daniel Cameron, actual secretario de Energía, fue el director de YPF durante la década del 90. Como vemos, un grupo de amigos que desde hace mucho saben muy bien cómo hacer negocios privados con el patrimonio público.
La Presidenta se podrá hacer la indignada pero, con todo respeto, no es creíble. Toda la operatoria fue avalada por documentos públicos que fueron refrendados por los funcionarios y organismos responsables. El Gobierno no ha sido la víctima, sino el victimario.
La autora es senadora nacional por la Coalición Cívica .

viernes, 24 de febrero de 2012

La última visita del Caballero Enfermo

                Giovanni Papini
Nadie supo nunca el verdadero nombre de aquel a quien todos llamaban el Caballero Enfermo. No ha quedado de él, después de su inesperada aparición, más que el recuerdo de sus inolvidables sonrisas y un retrato de Sebastiano del Piombo, quien le representa envuelto en la sombra mórbida de una pelliza, con una mano enguantada que cae blandamente como la de un ser dormido. Algunos de los que más le amaron —y yo me hallé entre esos pocos— recuerdan también su singular cutis de un pálido amarillo, transparente, la ligereza casi femenina de sus pasos y la languidez habitual de sus ojos. Le gustaba hablar mucho, pero nadie comprendía lo que quería decir, y sé de algunos que "no querían comprenderle, porque las cosas que decía eran demasiado horribles".
Era, verdaderamente, "un sembrador de espanto". Su presencia daba un color fantástico a las cosas más sencillas; cuando su mano tocaba algún objeto, parecía que éste entrase a formar parte del mundo de los sueños. Sus ojos no reflejaban las cosas presentes, sino las cosas desconocidas y lejanas, que los que se hallaban con él no veían. Nadie le preguntó nunca cuál era su enfermedad y por qué no se cuidaba. Vivía andando siempre, sin detenerse, día y noche. Nadie supo nunca dónde se hallaba su casa, nadie le conoció padres o hermanos. Apareció un día en la ciudad y, después de algunos años, otro día desapareció.
La víspera de este día, a primera hora de la mañana, cuando apenas el cielo comenzaba a iluminarse, vino a despertarme a mi cuarto. Sentí la suave caricia de su guante sobre mi frente y le vi ante mí, envuelto en la pelliza, con la boca que parecía eternamente el recuerdo de una sonrisa, y sus ojos más extraviados que de costumbre. Me di cuenta, a causa del enrojecimiento de los párpados, de que había pasado toda la noche velando y de que debía de haber esperado la aurora con gran ansia, porque sus manos temblaban y todo su cuerpo parecía presa de fiebre.
—¿Qué le pasa? —le pregunté—. ¿Su enfermedad le hace sufrir mas que otros días?
—¿Mi enfermedad? —respondió—. ¿Mi enfermedad? ¿Usted cree, pues, como todos, que yo "tengo" una enfermedad? ¿Que se trata de una enfermedad "mía"? ¿Porque no decir que yo "soy una enfermedad"? No hay nada que sea mío, ¿comprende? ¡Nada me pertenece! ¡Pero yo soy de alguien y hay alguien a quien pertenezco!
Estaba acostumbrado a sus extraños discursos, y por eso no le contesté. Continué mirándole, y mi mirada debía de ser muy dulce, porque él se acercó a mí y me tocó otra vez la frente.
—No tiene usted ningún rastro de fiebre —continuó diciéndome—; está usted perfectamente sano y tranquilo. Su sangre circula con tranquilidad por sus venas. Puedo, pues, decirle algo que tal vez le espantará; puedo decirle quién soy yo. Escúcheme con atención, se lo ruego, porque tal vez no podré repetirle dos veces las mismas cosas, y es, sin embargo, necesario que las diga al menos una vez.
Al decir esto se tumbó en un sillón morado, junto a mi cama, y continuó con voz más alta:
—Yo no soy un hombre real. No soy un hombre como los otros, un hombre con huesos y músculos, un hombre generado por hombres. No he nacido como vuestros compañeros; nadie me ha mecido ni vigilado mi crecimiento; no he conocido ni la inquieta adolescencia ni la dulzura de los lazos de la sangre. Yo no soy —y quiero decirlo a pesar de que tal vez no quiera creerme—, yo no soy más que la "figura de un sueño". Una imagen de Guillermo Shakespeare es, con respecto a mí, literal y trágicamente exacta: ¡yo "soy de la misma sustancia de que están hechos vuestros sueños"! Existo porque hay "uno" que me sueña, hay "uno" que duerme y sueña, y me ve obrar, y vivir, y moverme, y en este momento sueña que yo digo todo esto. Cuando ese "uno" comenzó a soñarme, yo comencé a existir; cuando se despierte, cesaré de existir. Yo soy una imaginación, una creación, un huésped de sus largas fantasías nocturnas. El sueño de este "uno" es de tal modo consistente e intenso, que me he hecho visible incluso a los hombres que están despiertos. Pero el mundo de la vigilia, el mundo de la realidad concreta, no es el mío. ¡Me siento tan poco adaptado a la vulgar solidaridad de vuestra existencia! Mi verdadera vida es la que discurre lentamente en el alma de mi durmiente creador...
"No se figure que hablo con enigmas o por medio de símbolos. Lo que le digo es la verdad, toda la sencilla y tremenda verdad. ¡Cese, pues, de dilatar sus pupilas a causa del estupor!
"Ser el actor de un sueño no es lo que más me atormenta. Hay poetas que han dicho que la vida de los hombres es la sombra de un sueño, y hay filósofos que han sugerido que la realidad es toda alucinación. En cambio, yo me siento preocupado por otra idea: '¿quién es el que me sueña?' ¿Quién es ese 'uno', ese ser ignoto que no conozco y del que soy propiedad, que me ha hecho surgir de repente de la negrura de su cerebro cansado y que al despertarse me borrará de golpe, como una llama muere de un soplo? ¡Cuántas veces pienso en ese dueño mío que duerme, en ese creador mío ocupado en el curso de mi efímera vida! Seguramente debe de ser grande y potente, un ser para el cual nuestros años son minutos, y que puede vivir toda la vida de un hombre en una de sus horas, y la historia de la Humanidad en una de sus noches. Sus sueños deben ser tan vivos, fuertes y profundos que pueden proyectar fuera de él sus imágenes, hasta el punto de que aparezcan como cosas reales. Tal vez el mundo entero no es más que el producto perpetuamente variable de un entrecruzarse de sueños de seres semejantes a él. Pero no quiero generalizar demasiado; ¡dejemos la metafísica a los imprudentes!
"¿Quién es éste? Ésta es la pregunta que me agita desde hace mucho tiempo, desde que descubrí la materia de que estoy hecho. Usted comprende perfectamente la importancia que tiene para mí este problema. De la respuesta que pudiese darme dependería para mí todo mi destino. Los personajes de los sueños disfrutan de una libertad bastante amplia, y por eso mi vida no se ve determinada del todo por mi origen, sino en mucha parte por mi albedrío. Era necesario, sin embargo, que supiese quién era mi soñador para dilucidar el sentido de mi vida. En los primeros tiempos me espantaba al pensar que pudiese bastar la más pequeña cosa para despertarlo, esto es, para aniquilarme. Un grito, un rumor, un soplo podía de pronto precipitarme en la nada. Amaba entonces la vida, y por eso me torturaba vanamente para adivinar cuáles fuesen los gustos y las pasiones de mi ignoto poseedor; para dar a mi existencia aquellas actitudes y aquellas formas que pudiesen serle gratas. Temblaba a cada momento ante la idea de realizar algo que pudiese ofenderle, asustarle, y, por lo tanto, despertarle. Imaginé durante algún tiempo que era una especie de paterna divinidad evangélica, y por eso procuré llevar la más virtuosa y santa vida del mundo. Otras veces pensaba que podría ser algún héroe pagano, y entonces me coronaba con pámpanos, cantaba himnos báquicos y bailaba con las frescas ninfas en los claros de la selva. Creí, finalmente, una vez, que formaba parte del sueño de algún sublime y eterno sabio, que había conseguido llegar a vivir en un sublime mundo espiritual, y pasé largas noches velando inclinado sobre los números de las estrellas, y las medidas del mundo, y la composición de los vivos.
"Pero finalmente me sentí cansado y humillado al pensar que debía servir de espectáculo a ese dueño desconocido e incognoscible. Me di cuenta de que esa ficción de vida no valía tanta bajeza ni tanta aduladora vileza. Deseé entonces ardientemente lo que antes me causaba horror, esto es, que se despertara. Me esforcé en llenar mi vida con espectáculos tan hórridos que se despertase a causa del espanto. Lo he intentado todo para conseguir el reposo del aniquilamiento; todo lo he puesto en obra para interrumpir esta triste comedia de mi vida aparente, para destruir esta ridícula larva de vida que me hace semejante a los hombres.
"No dejé de cometer ningún delito, ninguna cosa mala me fue ignorada, ningún terror me hizo retroceder. Asesiné con refinada tortura a viejos inocentes, envenené las aguas de toda una ciudad, incendié en un mismo instante las cabelleras de multitud de mujeres, desgarré con mis dientes, que se habían hecho salvajes a causa de mi voluntad de aniquilamiento, a todos los muchachos que encontré en mi camino. Por la noche busqué la compañía de monstruos gigantescos, negros, silbantes, que los hombres ya no conocen; tomé parte en increíbles empresas de gnomos, de íncubos, de vestigios, de fantasmas; me precipité desde lo alto de un monte a un valle desnudo y revuelto, rodeado de cavernas llenas de blancos huesos, y las hechiceras me enseñaron aullidos de fieras desoladas que hacen temblar en la noche a los más fuertes. Me parece que aquel que me sueña no se espanta de lo que hace temblar a los demás hombres. O disfruta con la visión de lo más horrible, o no le da importancia y no se asusta. Hasta hoy no he conseguido despertarle y debo todavía arrastrar esta innoble vida, servil e irreal.
"¿Quién me librará, pues, de mi soñador? ¿Cuándo despuntará el alba que le llamará a su trabajo? ¿Cuándo sonará la campana, cuándo cantará el gallo, cuándo gritará la voz que debe despertarle? ¡Espero hace tiempo mi liberación! ¡Espero con tanto deseo el fin de este chocante sueño, del que soy una parte tan monótona!
"Lo que hago en este momento es la última tentativa. Yo digo a mi soñador que soy un sueño; quiero que él sueñe que sueña. Esto pasa también a los hombres, ¿no es verdad? ¿Y ocurre que se despiertan cuando se dan cuenta de que sueñan?
Por esto he venido a verle, y por esto le he dicho todo esto, y desearía que el que me ha creado se diera cuenta en este momento de que yo no existo como hombre real, y que en el instante mismo dejaré de existir, incluso como imagen irreal. ¿Cree que lo conseguiré? ¿Cree que a fuerza de repetirlo y de gritarlo despertaré sobresaltado a mi invisible propietario?"
Y al pronunciar esta palabra el Caballero Enfermo se agitaba en el sillón, se quitaba y se ponía el guante de la mano izquierda, y me miraba con ojos cada vez más extrañados. Parecía esperar de un momento a otro algo maravilloso y espantoso. Su rostro adquiría expresiones de agonizante. Se contemplaba de cuando en cuando su propio cuerpo, como si esperase ver cómo se disolvía, y se acariciaba nerviosamente la húmeda frente.
—¿No cree usted que todo esto es verdad? —dijo—. ¿Cree que miento? ¿Por qué no puedo desaparecer, por qué no tengo libertad para acabar? ¿Soy, tal vez, parte de un sueño que no acabará nunca? ¿El sueño de un eterno durmiente, de un eterno soñador? ¡Quíteme esta idea espantosa! Consuéleme un poco; sugiérame alguna estratagema, alguna intriga, algún fraude que me suprima. Se lo pido con toda el alma. ¿No tiene, pues, piedad de este aburrido espectro?
Y como yo continuaba callado, él me miro y se puso en pie. Me pareció entonces mucho más alto que antes, y observé que su piel era un poco diáfana. Se comprendía que sufría enormemente. Su cuerpo se agitaba; parecía un animal que intentaba escurrirse de alguna red. La dulce mano enguantada estrechó la mía y fue la última vez. Murmurando algo en voz baja, salió de mi cuarto, y sólo "uno" le ha podido ver desde aquel momento.